Manuel Rodríguez Amat «PIPO» comenzó su andadura como presidente de la peña de la que era socio desde 1981. Conocía perfectamente todos los entresijos de dirigir una peña gracias a su experiencia en directivas. Los directivos que lo acompañaron durante el periodo 1990-1992 en que acaba la historia fueron: Fernando Sánchez que continuó con la junta, Adolfo Rodríguez «Fito», Ricardo Collados, Juan Pablo Marco, Carlos de Leonardo, Michel Torres, Abel Álvarez, José Manuel y Francisco Ubé. La verdad es que continuó el núcleo de personas que ya estuvieron en años y directivas anteriores.
Pipo se enfrentó al contencioso que había presentado el Ayuntamiento a la peña por el derribo de la valla en su local.
Con su mandato realmente a conocerse EL AJO que ahora conocemos. La introducción de la «discomóvil» a principios de los años noventa. Los socios ya acostumbrados a terminar los últimos la Vaquilla con sus especiales horarios de orquestas, comenzaron a acostumbrarse a no acabar. En cualquier caso la juerga se prolongaba sin problemas salvo los lunes pues las brigadas de limpieza siempre tenían sus más y sus menos echándoles la bronca, porque ellos tenían que trabajar y no podían entrar al local por haber todavía demasiada gente bailando.
En estos años tuvo gran papel el diseño (en programas, pancartas, camisetas, escudos…) gracias a los hermanos Ubé, Manolo Herrero Asensio «El Grande» y Michel Torres.
Aquel año fue también memorable por una anécdota que recogía así Diario de Teruel «… La indignación y la protesta de las peñas vaquilleras por lo ocurrido en la merienda de la plaza de toros el domingo, llevó a que estos se manifestaran mediante una agresión simbólica al Ayuntamiento, arrojando más de mil merengues contra su puerta principal. Una postura que sería apoyada a lo largo de la noche por el mudo testimonio de personas que pegaron sobre la empastada pancarta las localidades compradas para asistir a la merienda. Las peñas mantuvieron la postura de que no se les pueden cerrar las puertas en la Vaquilla.
Las bandejas y envoltorios de Confitería Muñoz, rodeaban la enmerengada puerta del Consistorio. Florencio Muñoz uno de los propietarios de la confitería afirmaba sobre la procedencia de estos merengues que «con anterioridad al inicio de la fiesta dos peñas encargaron merengues, una setecientos y otra mil cuatrocientos.
Unos dulces que al parecer iban a servir para montar una pastosa lucha y que terminaron como reflejo de protesta y descontento con el modo de actuar de los «munícipes».
También este año se repartieron las primeras chorradas para la merienda que dieron una risa monumental… Se repartieron 700 cascos de Vikingo. Imaginaos la calle de San Juan llena de cuernos.
En 1991, se contrata una charanga para la noche de los ensogados por primera vez, completanto el programa NON STOP tanto en la calle como en el local. Fue la charanga «Fa-fredat» que volvió varios años con gran éxito.
Este año se superaron los 680 socios y se obtuvo por la barra la friolera para la época de 1.300.000 pesetas además de 18 barriles de cerveza, cafés, copas y puros los tres días y 2 vermouths con gambas (domingo y lunes).
En 1981 EL AJO la volvió a liar parda al repartir, en lugar de los cascos vikingos del año 90, tricornios de la Guardia Civil. La movida fue acojonante.
La polémica suscitada por el uso del «tricornio» entre las fuerzas vivas de la ciudad trajo un agrio debate que comenzó con un artículo por el entonces director del Diario de Teruel que con fecha 1-8-91 tituló «A toros pasados. Los del tricornio», Carlos Hernández. «Como contraste la peña «El Ajo» sumándose a algunos extraños casos de calenturienta «imaginación», adquirió una perfecta imitación del glorioso tricornio de la Guardia Civil, eso sí, sin barbuquejo. El momento no podía ser más oportuno. Cuando esta benemérita institución, viene sufriendo en sus carnes y en la de sus familias el espanto del terrorismo, un mentecato presidente dispone menospreciar y ridiculizar a uno de los cuerpos de mayor raigambre de la España eterna. Lo peor es que fue secundado por el resto. La democracia, no es eso, no es eso… Ya lo decía el poeta, el doctor Calvo en su poema «La Vaquilla (1928?): «En grupos y sueltos (marchan cientos, miles y en ellos revueltos andan los civiles…» ¡Qué pena!
No se dejó esperar mucho tiempo la réplica que dio a esta carta el socio de la peña A. Muñoz Porcar, que tres días después, 4-8-91, envió a Diario de Teruel una carta para su publicación que tituló «¡Qué pena, señor Hernández!»
El año 1992 comienza de la siguiente manera en EL AJO… «La lectura del acta anterior no se realiza, pues no existe ninguna, por lo que se aprueba por unanimidad». ACOJONANTE.
Este año se dio uno de los programas más originales. Era una camiseta con el horario de los actos dibujados magníficamente por uno de los socios «Víctor».
En 1992 surgió un sector radical de «El Ajo» que se llamaron «Ultrajoss». Dentro de la gran fiesta que había dentro de la peña, era un grupo que todavía le iba mucho más la marcha. Este grupo fue como de apoyo logístico. Lo que hacían era juntarse, se pagaban sus copas y montaban sus juergas. Eran un auténtico apoyo para la directiva.
Hasta aquí, es un estracto de lo recogido por el libro de Nonito Vicente sobre la historia de los primeros 50 años de las peñas vaquilleras.